
Uno de los grandes retos a los que se enfrentan los padres es a enseñar a sus hijos a resolver los problemas de la vida.
En muchas ocasiones, ver que han podido discutir con sus compañeros de clase o con sus
amigos nos rompe el corazón y tratamos de mediar entre ellos para hacerles más fácil la
reconciliación. Esta mediación puede ser de diversos tipos: podemos simplemente aconsejar, decir lo que tienen que hacer, hablar con el colegio (en caso de que la disputa haya sucedido allí), hablar con la parte contraria o, directamente, hablar con los padres del otro niño/a. Como veis, hay varios niveles de intervención y, dependiendo de como actuemos, conseguiremos unos efectos u otros.
El problema viene cuando nuestra intervención es desproporcionada conforme a la situación que se ha dado. Si se trata de un hecho puntual, de intensidad baja y que no conlleva bullying ni violencia física y directamente pasas al nivel de resolver el problema hablando con los padres del otro niño/a puedes estar perdiendo una oportunidad muy valiosa de permitir a tu hijo/a que aprenda a resolver sus problemas y, tal vez, incluso pueda interpretar que no es capaz o válido para esta tarea, de modo que se pueda sentir inútil y siga recurriendo a ti en situaciones futuras por encontrarse sin recursos.
Entonces, ¿qué puedes hacer? Es difícil ver como un/a hijo/a tiene un problema y dejarle que lo resuelva sin más, sin ofrecerle ningún tipo de ayuda. Y tampoco es eso lo que estoy planteando. En realidad, te propongo que se les puede ayudar de una manera indirecta, fomentando la autonomía, que se sientan capaces, realizados y satisfechos, aumentando su autoestima, su percepción de control y sus habilidades de resolución de conflicto y habilidades sociales.
En primer lugar, podemos ofrecerles nuestra atención: escuchando podrán liberar el malestar que les cause la discusión o conflicto que hayan podido tener con sus amigos/as.
En segundo lugar, aclarar las dudas que nos puedan surgir sobre la situación mediante preguntas abiertas (las que se contestan con algo más que un “sí” o un “no”) y sin dar cosas por supuestas.
En tercer lugar, ofrecer posibles soluciones mediante preguntas, por ejemplo planteando: “¿qué crees que es mejor hacer, ‘esto’ o ‘esto otro’?”
En cuarto lugar, ofrecer las consecuencias que creemos que puede tener cada una de las
opciones: “si haces ‘x’, ¿crees que puede ocurrir después ‘y’? De forma que fomentemos el
desarrollo del pensamiento a largo plazo y la valoración de consecuencias.
Por último, ayudarle a analizar las consecuencias que haya tenido la opción que ha elegido para resolver el conflicto y así, poder desarrollar nuevas estrategias según el éxito que haya tenido.
Y tú, ¿Qué métodos has seguido normalmente?, ¿Tienes otras estrategias?, ¿Qué es lo que te
funciona?,